Por un salario serio. A la una y cuarto, exactamente.

Escrito por el Círculo de Economía Crítica y Alternativa ¨Noel Rodríguez¨
Una de las principales banderas de la Revolución Bolivariana ha sido la reivindicación del Pueblo Trabajador, a través de la mejora en sus condiciones de vida, expresada en el incremento y mantenimiento del poder adquisitivo.
Esto se logró a través de incrementos salariales anuales, similares e incluso en algunos años superiores a la tasa de inflación, hasta el año 2012, la inflación creció en promedio un 22% anual, mientras que el salario mínimo, y en general todos los salarios, se ajustaron en promedio un 25% (Ver Figura 1).
Figura 1. Evolución del salario mínimo y la inflación 2000-2012

Sin embargo, durante los cuatro (4) últimos años, aun cuando el Ejecutivo ha realizado importantes esfuerzos por mantener esta política, la inflación se ha venido incrementando en mayor medida que los salarios.
El mayor crecimiento de la tasa de inflación sobre la tasa de ajuste anual de los salarios ha deteriorado la capacidad de compra de los venezolanos, lo que se traduce en una desmejora de las condiciones de vida de los trabajadores y en un descontento creciente de la población.
Según nuestras estimaciones para el año 2016, el salario mínimo real representa apenas un 17,8% del valor alcanzado en el año 2012 (máximo histórico durante la Revolución Bolivariana). Es decir, que un salario mínimo de finales de 2016, sólo compra un 17,8% de los bienes que  compraba el salario mínimo de 2012.
La situación con el salario integral real es similar, este representó para el 2016 apenas un 41% de lo que representaba para el año 2012, por lo que durante el período 2013-2016, el salario mínimo y el salario integral se han incrementado muy por debajo de la inflación. Traduciéndose esto en una pérdida del poder adquisitivo del salario mínimo y del salario integral que alcanza el 643% y el 334% respectivamente.
Esta tendencia continúa asentuandose, en el año 2017 solo durante los tres (3) primeros meses la desmejora del poder adquisitivo del salario mínimo alcanza el 15% y del 1,7% para el salario integral. Esto sin tomar en cuenta que el bono alimentación solo sirve para comprar alimentos y que justamente la inflación en este rubro es la más elevada.
Esta desmejora en los salarios se ha traducido por un lado, en un creciente descontento de la población general; y por otro lado, en un desincentivo para el empleo formal. Ya que la población ha migrado hacia actividades improductivas más rentables, con las cuales puedan al menos mantener su nivel de ingresos u obtener una mejora de ellos.
Lo más grave de la situación es que para recuperar el poder adquisitivo del salario promedio al nivel del año 2012, los mismos tendrían que crecer en promedio un 20% anual por encima de la inflación, durante los próximos diez (10) años. Algo similar ocurre con el salario mínimo, que para que este recuperase su nivel del año 2012, tendría que crecer por encima de la inflación en promedio 60% anual, durante los próximos diez (10) años.
Dado este panorama, se hace necesario evaluar maneras de frenar esta desmejora en los salarios, para finalmente recuperarlos.
Para esta ardua tarea, la política de imponer aumentos nominales de los salarios por decreto es apenas una arista dentro de esta estrategia, ya que no tiene capacidad para impactar de manera significativa.

En el contexto actual esta política puede ejercer una presión adicional, que termine haciendo que estos aumentos salariales sean trasladados a los precios; y así los esfuerzos por recuperar el poder adquisitivo terminen diluyéndose. Por lo tanto la medida no debe ser aislada, debe estar acompañada de otra serie de medidas que permitan obtener resultados reales y duraderos:
·        Lo primordial para controlar la inflación galopante, es restablecer el control de la institucionalidad, en un primer momento entre los actuales agentes económicos (Estado, trabajadores y empresarios). Y en conjunto pujar por la consumación del nuevo tejido social, el Poder Popular, como garante de la continuidad y profundización de la gesta revolucionaria, con nuestras construcciones programáticas y con alternativas económicas con enclave real. El llamado al proceso Constituyente se presta como una oportunidad para dar la estocada.
·           Se debe poner freno a la política de aumentar los salarios por la vía de bonos, ya que estos finalmente no inciden en el cálculo de los pasivos laborales (prestaciones y otros beneficios). Por lo que se debería redefinir el concepto de salario con la inclusión de los bonos a éstos.
Por otra parte, una medida para reducir la escalada de precios pasaría por reducir el déficit fiscal, pero no a través de la clásica receta neoliberal de reducir gastos, sino a través del incremento de los ingresos y la mejora en la eficiencia del gasto, a través de:
·        Incrementos en los impuestos progresivos que pechen a los grandes capitales ociosos e improductivos; y no a través de incrementos en impuestos como el I.V.A., que terminan siendo un impuesto regresivo, que golpea a los hogares de rentas más bajas.
        Pasar de una política de subsidios universales a subsidios focalizados, como por ejemplo: la estratificación de las tarifas de los servicios públicos.
·        Establecer mecanismos compensatorios destinados a resguardar la justicia social como ejercicio de Gobierno.
·              Fortalecer el Fondo Nacional de Misiones Socialistas. Impulsando la oferta de formación y capacitación técnica destinada a incorporarse a alguna de las empresas del Estado.
·       
     Fortalecer los proyectos de subsidios directos como la tarjeta de misiones socialistas. Garantizando la eficiencia de la misión en la organización popular con el carnet de la patria.



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